Más que un culo
En mi último (y único viaje) al mundo exterior, si porque al interior viajo bastante más seguido en la búsqueda de la tan añorada paciencia, me topé con una realidad que si bien no me desconcertó, si logró llamar particularmente mi atención la manera en la que la sociedad cosifica a las personas. Yo, abogada de profesión y feminista por convicción, vi en las afueras de un hotel de lujo, en pleno paraninfo panameño, un corral. Si amigos y amigas, un corral como el de las gallinas, los cerdos, ese que existe en las granjas y donde habitan los animales de cría. Solo que en esta ocasión, las gallinas tenían pelos tratados y tacones, a diferencia de su bonito y esponjoso plumaje llevaban vestidos cortiquísimos y un escote del cuello al ombligo.
Era fascinante como aquellas muchachas de procedencias diversas tenían aquel “corral” como oficina y lejos de un casting para modelos, al cual perfectamente podían acceder por su llamativa belleza, batallaban con falsas sonrisas para ser “escogidas” por el mejor postor, quien seleccionaba como experto chef, en el mercado a primeras horas de la madrugada, el mejor pedazo de carne.
Si bien las motivaciones de estas mujeres para ese tipo de trabajo pueden ser diversas, dudo incluso que muchas estuviesen ahí por su propia voluntad, sé también que no es necesario ser “scorts” para sentirnos tratadas como si solo fuésemos un pedazo de carne. Y no voy a hablar de los bares y las discotecas.
Creo que todas hemos tenidos esos novios, amigos con derechos o sin ellos, que en algún momento sacaron a relucir esa versión casi neandertal en la que nosotras: los sentimos como excesos de pasión y ellos: nos pensaban como una máquina de ordeño. Y eso no es malo, una o dos veces si te hace sentir bien y deseada, pero como el que persevera…aburre, si se reincide, es momento entonces de hacer notar nuestros conocimientos de la vida.
En resumen, mi última experiencia me trajo un hombrecito de estos, que si bien su incitación me gustaba, llegó el momento en el que debí recordarle mi título universitario, mis múltiples postgrados, mis discursos internacionales, mi amor por el café, la música y la buena literatura; mi pasión por el arte y el mar. Parece que contarle todo esto no le hizo bien a su ego, porque no ha vuelto a llamarme, será porque no tiene la capacidad de lidiar, además de con un buen culo, con un cerebro muy interesante.
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