Un express(o), por favor


Como pueden haber notado, basados en el contexto en que nació este blog, a nosotras nos gusta mucho el café. Llevándome un poco de protagonismo, debo añadir que además yo, por mi profesión, lo necesito, y por ende me hallo estableciendo pintorescas comparaciones entre las relaciones y la deliciosa bebida que ahora mismo humea en mi mesa. Por ejemplo, el café de la mañana, ese que te despierta en cuerpo y alma y que te da fuerzas para empezar el día, es como ese chico de sonrisa fácil que te motivaba a ir al colegio un lunes, después de no verlo en todo el fin de semana. El cappuccino, caliente, espumoso y con el aroma a canela despertando tus sentidos, es como ese affaire afrodisiaco que hace que te burbujee la piel nada más desabrocharse un botón; y así podría seguir, desplegando mi imaginación en estas páginas que aguantaran lo que les ponga, pero no es la idea; este blog trata de los hombres no de otros placeres. Así que me limito a un último ejemplo, el espresso, la más clásica, “corta” e intensa de las formas de presentar la bebida. Ese me recuerda a ese chico dulce, de gafas y guitarra que se enamoró en menos de lo que tu decidías que te gustaban sus ojos, ese que, por la intensidad de sus sentimientos acabó por agobiarte y sacar lo más oscuro de ti al sentir que no estaban en la misma sintonía y que acabó antes de empezar.

-Extraído del folleto: Crónicas de una relación de dos días- 

Alex

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