Reseteando

Hace poco me encontré una de esas publicaciones en Facebook a la que consideré dedicarle más de un pensamiento.  Decía que hay libros que son lectura de una vez, pero hay otros a los que siempre regresaremos, no existe una explicación pues ya los hemos leído y conocemos su contenido pero nos encontramos volviendo una y otra vez. Igual pasa con las personas y entonces me acuerdo de Pablo Coelho y su reflexión sobre los tres amores que hay en la vida: el  primero, ese inocente y repleto de fantasías; el segundo: el imposible, pero no por imposible platónico, todo lo contrario, es aquel que nos desborda el alma y los sentidos, por el que vivimos y morimos, ese que nos arranca las emociones más auténticas y viscerales, por el cual jugamos a la cuerda con la fina línea que divide el amor del odio, y  al que siempre, por más que pase el tiempo siempre volvemos, en una suerte de reseteo;  como si lográramos borrar los malos ratos y empezar de cero, a conocerse por segunda, tercera o sexta vez.

No llevo la cuenta de cuantas oportunidades me he dado con ese segundo amor, y digo “me”, porque soy fiel defensora que nuestra felicidad solo depende de nosotros mismos, por lo tanto cualquier intento en su búsqueda es un chance que nos estamos dando. De lo único que estoy  segura es que de todas las rupturas, la última fue peor. Las otras veces  logré tomar mis sentimientos y guardarlos en una gaveta, pero ahora los llevo a flor de piel, lo sueño, lo extraño y lo anhelo como nunca antes.  ¿Será qué esta vez nos enamoramos mejor?

¿O quizás alguna especie de magia que habita en los regalos? Hace muchos años, creo que en la primera de “nuestras oportunidades”, le regalé un anillo, no tenía fines de compromiso alguno, me gustó y la ocasión ameritaba un presente, ¿y qué le das a un hombre que lo tiene todo? Pasó que aquel anillo nunca le sirvió, le quedaba grande, y no he podido dejar de preguntarme si aquello representa un símil respecto al amor que nos hemos tenido el uno al otro. ¿Será qué mi amor, también le quedaba grande, como el anillo?

Él todavía lo conserva, guardado en el mismo cofrecito en que venía y que hasta donde sé lo tuvo en la mesita de noche y ahora es uno de los adornos de la casa donde vive. ¿Habré creado con ese anillo algún enlace kármico o esotérico entre nosotros, y que él lo conserve es la explicación de “tantas oportunidades”?

Si algún lector o lectora de este blog conoce del tema, le agradecería me ayude a entender, pues dicen que hay un tercer amor: tranquilo, sanador que no es el de la pasión desmedida pero si aquel con el que vas a hallar la paz; pero no llega. Mientras, yo sigo reseteando lo que pasa y volviendo a caer, en ese vicio feliz de hacerme daño.

Mell

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