Zorra, pero no tan zorra

Hoy dedicaremos el café y la charla a esos hombres que nos tiramos sin darnos cuenta, esas acusaciones infundadas que siempre llegan a nosotras por un tercero y siendo las últimas en enterarnos. A ambas redactoras de este blog nos ha pasado, de maneras diferentes, pero con el mismo resultado; yo quizás peco de distraída y mi colega, aquí presente, de zalamera, pero juro solemnemente que en ningún caso se cometió el crimen por el que fuimos juzgadas.

Esta historia está ambientada en los inicios de mi carrera universitaria, cuando un compañero de aula, muy inteligente pero poco agraciado (puede sonar superficial, pero una tiene una reputación que mantener y un gusto al que responder) al parecer, pues yo no me di por enterada, manifestó su interés por mi aun cuando su novia se sentaba en el mismo salón de clases que nosotros. A los pocos días de iniciar el curso, la chica empezó a ser particularmente desagradable conmigo, a competir tanto académica como personalmente y he de admitir que, de una manera muy unilateral, sin cortarse un pelo sobre lo mucho que me repudiaba. Acostumbrada a ese tipo de trato toda mi vida, no le busqué la quinta pata al gato, muestra indefectible de lo poco que me afectaba, pero llegó el final del primer año y decidió que agredirme a mí no le daba resultados y tomó cartas en el asunto en contra de mi amiga, enferma por aquel entonces, que había tenido algunas ausencias y la loca, como jefa de grupo (cargo que por otra parte me hizo el favor de quitarme) debía asegurarse de que su pase de año se viese afectado por dichas ausencias. Ese debe haber sido el día en que decidí sacar las garras, provocando que, poco después, la mitad de la escuela supiera cual era el verdadero motivo de su resquemor, al manifestar su novio, públicamente, que estaba muy interesado en mí. Quizás no me crean, pero quien me conoce puede dar fe de que suelo hacer oídos sordos a muchas cosas que me rodean por falta de interés, y nunca me enteré de aquel acontecimiento, aunque mis compañeras juran y perjuran que yo estaba presente. Supe, en mi tercer año de carrera que me había enredado con el novio de la loca y que era tan desvergonzada que no mostraba el menor remordimiento ante ella…chicas, yo puedo llegar a hacer muchas cosas, pero hay medallitas que no puedo dejar que me cuelguen, porque hay batallas en las que nunca me veré peleando; y esa es, definitivamente, una de ellas.

Alex






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