Sentimiento pre-destinado
Ser mujer es una mierda. Ya está, lo dije. Es una mierda. Un día estas de lo más tranquila y de pronto te da por ver películas románticas, de esas que te hacen llorar, porque te has dado cuenta que necesita ver algo que te saque las lágrimas, de verdad; no estarlas soltando por ahí cada vez que miras el espejo o tu mascota decide rascarse. Eso es un sinsentido, así que mejor miras películas y así, al menos, si tu madre te pregunta, le puedes decir que Darcy acaba de confesarse a Elizabeth o que acaba de pasar la escena del niñito en Love Actually.
Pero es que encima, no hay chocolate. ¿Cómo se puede superar un momento de debilidad sin chocolate? La respuesta es simple: no se puede. Hay que llorarlo, hay que acurrucarse cual feto entre las sábanas y si puedes y quieres, hacerte un buen café que despierte algo diferente a la tristeza en tu cuerpo. Después, cuando crees que te estás recuperando, que ya puedes abrir las redes sin caer otra vez, te encuentras un recuerdo en Facebook o una postal en Instagram o las notificaciones vacías en WhatsApp y vuelta atrás. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas así? No tienes ni la más remota idea. Hasta que pasa…Se te asienta un dolorcito en el bajo vientre, un preludio de lo que te espera para las próximas 24 horas. Y ahí está la razón, ahí está el porqué de tu debilidad. Ahí te acuerdas que tú sí eres una mujer fuerte y empoderada, que sí eres capaz de comerte el mundo y no engordar, que puedes pelear esa y mil batallas más, que todo lo que está pasando no es culpa tuya, que en cuanto pase el dolor vas a poder salir de la cama y mirarte en espejo y en lugar de llorar te vas a poner a bailar, a reírte como posesa como lo haces siempre y a mandar a la mierda a esa pena traicionera que se aprovecha de tu género para hacerte la vida difícil por casi una semana.
Ahora tiene sentido.
Es más, corrijo, ser mujer es una maravilla. Siempre tienes a quien echarle la culpa por haber enviado ese mensaje, por haber puesto es lista de reproducción que solo te hace sentir más triste, por ponerte nerviosa cuando te escribe él, por ceder a una ilusión que dijiste que ignorarías por un tiempo, por pensar si quiera en la posibilidad de que salga mal, o peor, de que salga bien, de darle mil vueltas a todo y llegas siempre a la misma conclusión, al mismo consejo, para luego ignorarlo olímpicamente y seguir recreándote en la maldita incógnita.
No pasa nada, chicas. Somos indestructibles, somos independientes, no necesitamos a nadie que nos apapache para hacernos sentir bien, ni que nadie nos llame para alegrarnos el día, somos más que suficiente para nosotras y para el mundo y sobretodo, somos mujeres; y mientras haya hormonas a las que culpar de tu debilidad, puedes estar tranquila, en una semana, todo volverá a estar bien.
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